Tengo deforestado el corazón, el civismo, la cultura
ciudadana, la fe en él otro y la creencia en cualquier liderazgo en pro del bienestar común de mis paisanos.
No es la
deforestación de los individuos arbóreos, permitida, aceptada y normalizada por las
fuerzas vivas de una ciudad, la que causa el más grande deterioro ambiental…NO.
Es el calentamiento global, la actitud frente al “quejoso” ambientalista, tildado de“enemigo del progreso”,
agredido, asesinado y perseguido por el estamento en general.
Dicha persecución
y estigmatización es parte de la estrategia para ejecutar sin problemas, ni
tropiezos las obras contratadas, sin tener en cuenta la defensa de lo
ambiental.
Desde que inicié acciones para detener la tala de los
samanes de Cartago, siempre me embargó el temor de no lograr el cometido. Cuál es: la
buena educación y la defensa de las zonas verdes y espacio público. De lo contrario,
al fracasar, se deseducaría. Se daria paso al NO futuro: juventudes que creerán que talar árboles, es sinónimo de progreso. Generación de ciudadanos indolentes y gestores de políticas depredadoras en su
entorno natural, anti-políticas en función de la búsqueda
del lucro y no de la conservación y sostenibilidad.
La vigencia paisajística de los árboles es los centros
urbanos, pasó a segundo plano. En las
ciudades, ya no tenemos árboles o casi no. Pero lo más preocupantes es: estamos
dejando un negativo ejemplo a los nuevos agentes sociales para que no les importen los árboles, la
naturaleza y/o se guíen por el lucro, más no por el sentido común de estar
ligados a los mencionados entes por la necesidad intrínseca humana de respirar oxígeno,
que los mismos árboles producen, siendo además descontaminadores de las
poluciones. Además efectivos capturadores de CO2, que emanan las actividades humanas como la
quema de combustibles fósiles para el transporte, industria, y la emisiones propias
de los hogares.
La deforestación es un régimen de terror ciudadano, por
su connotación totalitaria, deja huella de angustia existencial en sus víctimas
y victimarios. Trascendiendo una plantilla de sistema opresor: aprendida y aplicada
por ambos. El dolor causado a las víctimas en ciertos momentos es replicado por
acción u omisión- motivado por las circunstancias, inducido por la propia o
extraña determinación de repetir el único ejemplo que conoce: dañar, talar y destruir.
Repetir, repetir y repetir malos ejemplos, son las consecuencias
que deja la administración de la doble moral política y administrativa. ¿Para
qué se politiza y monetiza la gestión ambiental?, sino es para cohechar con
firmas de ingeniería, empresas mineras o acceder a puestos administrativos para
sentenciar vía resolución gobernativa la
muerte de árboles, intervención de ecosistemas endémicos completos, autorizar
las fumigaciones con glifosato en selvas de Colombia, autorizar rellenos
sanitarios, minería en páramos, minería cerca a centros urbanos, minería en
estrellas hídricas y ser cohorte de expropiación, desplazamiento forzado,
desapariciones y demás vejámenes que trae la locomotora minera 100 % estatal, 100 % privado, extractivista, desmembradora territorial y social. Todo lo anterior es cercanamente
descriptivo y fidedigno testimonio de lo hace el ministerio del medio ambiente
y las corporaciones autónomas.
¿Cómo reforestar nuevamente el corazón de las
personas?, creo que resarciendo el daño causado a los movimientos ambientales, por
usurpación ideológica que padecen y deteniendo las vías de hecho y anquilosamiento en contra de su misión, labor e impulso.
Jorge Enrique Moncada Angel
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