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viernes, 29 de julio de 2016

Ciudad, Campesinos y Árboles (trigésimo dominical 2.016)

Árrbol talado en la Alcaldía de Cartago para hacer un "adorno" 

Jorge Moncada Angel

Coexistir en ciudad ha valorizado en el imaginario colectivo, el sentimiento del aglutinado popular de ser parte de algo, un híbrido multimodal con miles de cabezas, un conjunto llamado vulgo. Los ciudadanos ven por encima del hombro a su paisanos campesinos, unos elementos dispersos, con pocos vecinos y muchas necesidades. Entre más grande la urbe, más asentado el sentimiento anti campesino, más irracional la propia marginación de sus ciudadanos y más cruel la tala de árboles. 

Sin embargo, pertenecer a la polis, no da vergüenza, así la estratificación social sea notoria y los centros habitacionales tengan marcas profundas de inequidad, en algunos casos, carencia absoluta de servicios públicos, agua potable y sanidad.

Con estas conclusiones, nos podremos dar cuenta de la extrema pobreza y bajo enfoque estimativo que vive el campo Colombiano y la errónea relación entre"progreso" y árboles en las ciudades. 

Punto y aparte.

El campesino Colombiano es un árbol emblemático, el símbolo de la soberanía alimentaria, el último fortín de seguridad nacional. Sin el campesino y la producción agrícola nacional estamos a merced de cualquier invasión, militar, ideológica, comercial o todas las anteriores, cómo la que vivimos actualmente.  Es imposible defender una nación sólo con armas, se necesita además la comida y el capital humano para superar las crisis del sitio. 

Comparo a los campesinos con los árboles citadinos, reductos verdes en medio de la obra gris de agresividad y marginalidad urbana.

Los árboles son elementos esperanzadores en la pena del cemento -Frescura en el sofoco de la corrupción política-los árboles son disonantes cantos de valor supremo -entonan el trinar de los pájaros sobrevivientes- árboles citadinos y pájaros nos recuerdan al campesino, que de sol a sol, golpea la tierra, no cómo castigo, sino cómo héroe de la independencia alimentaria.

Al talar los árboles de las ciudades, cometemos un arboricidio, con agravante al detrimento humano, por cortar lazos emocionales a las nuevas generaciones, qué siguen el ejemplo impúdico de atentar contra la poca naturaleza qué nos rodea.   Los árboles son lugares de tiempo,  frescura, comodidad y resguardo. El árbol no es un héroe  silencioso, es un titan que habla con atributos, qué complementa al campesino cómo símbolo, el verdadero héroe de la patria, el autor de la viabilidad de las ciudades. Sin los árboles y sin los campesinos, no podríamos respirar, no podríamos alimentarnos.

Veo consternado cómo en la ciudad de Cartago en los centros administrativos de mando, utilizan la erradicación de árboles cómo muestra de "progreso" o de embellecimiento locativo. Veo abrumado cómo las autoridades ambientales combaten la proliferación de aves desplazadas, tomando cómo medidas la erradicación de árboles para que no se aposenten mientras permiten la expansión de las fronteras agrícolas y monocultivos que arrasan con su hábitat natural.

Respetemos los árboles de las ciudades, seres qué tienen tantos depredadores cómo habitantes de una ciudad, por ese mal ejemplo inculcado desde los atrios decisorios.

Miremos los árboles cómo la más grande prueba de la existencia de la sabiduría cósmica y al campesino cómo un sabio terrícola qué te alimenta. 


Jorge Enrique Moncada Angel

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